
He cerrado los ojos y le he pedido a la encantadora Aurora que me abriera un nuevo día. Un nuevo día en el que revivir aquellas maravillosas sensaciones… Y me ha escuchado!
Guiada por Céfiro, he sobrevolado la gran urbe ateniense; he saludado a sus gentes, he correteado por sus calles y he continuado el vuelo hasta llegar a la torre de los vientos, con pies de plomo para no provocar su liberación. De un salto, me he alzado hasta la acrópolis, adentrándome velozmente entres las majestuosas columnas del templo de la diosa Atenea. Reposada desde lo más alto del Partenón, he oído que alguien me llamaba. Eran dulces voces, pero no sabía de dónde procedían.
Al girar la vista a la derecha, las he visto, eran ellas! Las seis doncellas del Erectión (Las cariátides), dándome nuevamente la bienvenida y pidiéndome que batiera sobre el olivo sagrado. Estaban preocupadas, nadie había escuchado sus llamadas y temían que las hojas marchitas nublaran la belleza del olivo y le restaran poder. Sin pensarlo, me he echado sobre el olivo sagrado, revoloteado fuertemente entre sus ramas, tenía que hacer desaparecer toda la maleza, no podía dejarle morir. Ha sido un arduo trabajo, ahora reluce como siempre. Ahora puedo reanudar mi vuelo…
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