jueves, 5 de mayo de 2011

Nuestras tardes de juego, sí que eran divertidas

Esta tarde, al salir del fisioterapeuta, he tenido que ir a hacer unas compras y de camino he cruzado por un par de jardines. De siempre he sido una persona muy observadora, pero de un tiempo a esta parte, y siempre que salgo a pasear, mi nivel de observación se eleva considerablemente. Iba sin prisa y salía tan sumamente relajada del fisio, que me he detenido al menos unos 15 minutos para ver cómo se entretenían los peques en el parque.

Al tiempo que les observaba no he podido evitar que mi mente echara atrás una par de décadas y comenzara a recordar cómo eras mis tardes de juego con mis hermanos, primos y amigos después de salir del colegio o cuando estábamos de vacaciones.

He de decir que por un momento he sentido un poquito de tristeza por esa casi veintena de niños que, sin sentido alguno, subían y bajaban de los toboganes, se metían en esas horrendas casitas de madera y plástico, se columpiaban en esos asientos colgantes y, de vez en cuando, se acercaban a los “perros guardianes” que tenían a sus alrededores para decirles alguna cosa.

La verdad es que he sentido tristeza, pero no solamente eso, también he podido sentir un poco de lástima al ver las caras de aburrimiento de los “vigilantes” que eran mayores, si cabe, que las de los pobres pequeños que nuevamente subían y bajan una y otra vez de los toboganes, se metían en esas horrendas casitas de madera y plástico y se columpiaban en esos asientos colgantes.

Echando mano de mi infancia, recuerdo que las tardes eran la mar de divertidas. Era llegar del cole, comer deprisa, quitarnos el uniforme y salir corriendo a la calle hasta bien entrada la noche. No teníamos un perímetro delimitado, como les sucede ahora, cualquier patio, una zona de huerta de algún familiar o un solar próximo a nuestras casas bastaba para hacer de ese espacio nuestra gran zona de juego.

Nuestra imaginación, unida a la colaboración de mi padre o mis tíos en alguna ocasión, era suficiente para hacer cabañas con cañas y ramas de limonero, marcar en la arena o en el chinarro un campo de béisbol o fútbol, hacer tirachinas, carreras de caracoles, dibujar con escayola en el asfalto el juego de los números o hacer trampas para cazar murciélagos. Cualquier cosa inservible que encontráramos era válida para convertirla en el elemento estrella de esa tarde de juego. Amasar barro para hacer figuritas, jugar a las cocinitas e incluso elaborar pulseras, collares y demás abalorios con ramas o piedras para luego venderlos entre los familiares. Que tarde más divertidas.

El tiempo siempre pasaba veloz para todos y la llamada de algún padre avisando que había que cenar y hacer los deberes marcaba en nosotros un momento espantoso que nunca queríamos que llegara. Lo pasábamos tan bien que sobraba la televisión, los videojuegos y demás juegos que nos vinieran ya hechos. Nunca había cabida para el aburrimiento.

Cuando he regresado de esa breve visita a mi infancia, en la que no dejábamos de crear, inventar y divertirnos, he vuelto a esta tarde de juego de esa veintena de niños en el parque. Nuevamente subían y bajan una y otra vez de los toboganes, se metían en esas horrendas casitas de madera y plástico y se columpiaban en esos asientos colgantes… 

Aburridos ya estaban cuando he llegado y para el mareo de tanta vuelta, poco les faltaba, así que solamente me queda suspirar, esbozar una sonrisa al recordarme en mis tarde de juego, volverme a casa y entender porqué, en mis actuales tardes de paseo, esos parques de diseño están casi siempre vacíos y es que… Nuestras tardes de juego, sí que eran divertidas.



lunes, 2 de mayo de 2011

Caminemos sin parar



Complicidad, emoción, cariño, sorpresa, afecto, amistad, amor, diversión, fiesta, unión, nervios… Sin lugar a duda, una sonrisa es el mejor regalo que podemos dar y obtener, pues, hay tantos sentimientos escondidos detrás de una sonrisa...

Puesto que no dejamos de sentir en ningún momento, lo ideal sería estar sonriendo desde que nos levantamos hasta que nos acostamos, y llevar esas sonrisas a todos nuestros sueños.

Creo que cada sonrisa es un paso más hacia la felicidad, así que, ¡¡caminemos sin parar!!