jueves, 25 de noviembre de 2010

Pequeñas pinceladas


Liberar la mente de la rutina diaria y abrirla a nuevos descubrimientos a través del color. Este es el fin de los intensos ratos que dedico a pintar lienzos.

Mi estado de ánimo lo describe la tonalidad del color, el sosiego o la calma lo trazan las líneas y mis aspiraciones vienen dadas por combinación de los elementos.



La soledad buscada




La pareja


La meditación



El Simbolismo


domingo, 21 de noviembre de 2010

La poca originalidad de las bodas

Nunca me habría planteado ir a una de esas ferias que organizas con motivo de la celebración de bodas, pero estando rodeada de futuras casaderas, el otro día, una amiga me propuso llevar a una amiga, que se casa el próximo año, a la que celebran, hasta hoy, en Ifepa. La verdad es que en el primer momento, me resultó un tanto raro, ya que como apuntaba anteriormente, nunca, pero nunca se me habría pasado por la cabeza acudir a uno de esos salones en los que decenas de empresas se reúnen para organizarte el que muchos califican "el día más importante de una pareja".

Montadas las tres en el coche, con los cupones de descuento para la entrada al recinto y allí estábamos ayer. Sábado tarde, 21 de noviembre, 17.15 horas, camino de Torre Pacheco para ir cogiendo ideas de cómo sería su vestido, la oferta de salones de celebraciones, los abalorios, las flores, el fotógrafo, el viaje de novios, hasta los muebles para la casa, por si aún no la tienen montada los novios, y ¡ah!, algo que poca relación tiene con ese día, pero que sí tiene que ver con la pareja: stads con ropita para bebés, carritos, juguetes...

Un pupurri de gente y cosas con un único objetivo: venderles al futuro matrimonio un día único e inolvidable; y digo único e inolvidable porque muchos de los que pasan por todo ese jaleo terminan acordándose de ese día toda su vida; pero no por la boda en sí, sino por el pastón que cuesta casarse hoy en día.

Y es que... ¡Menudo negocio envuelve a una boda!

La sociedad de consumo en la que vivimos te lo da hecho. Sin embargo, ¿de verdad ese día precisa que esté todo tan organizado y preparado? Está bien que todo te lo den hecho, pero...


¿Hasta qué punto puedes decir que esa es tú boda?

Si hacemos un poco de balance de las últimas bodas a las que hemos ido, ¿A que hay poca diferencia de una a otra? Pues sí, poca por no decir casi ninguna. Yo diría que todas las bodas son iguales, pero con diferentes protagonistas. Vas a la Iglesia o al juzgado, luego te haces las fotos -mientras los invitados se toma unas cañas y se entonan para la comida o cena-, llegas al restaurante, te ponen una canción, entran los novios y todos se ponen a comer como cerdos. Después, sesión de fotos de los novios, desde que nacieron hasta el último viaje que hicieron juntos, cortan la tarta, la gente se empieza a levantar de sus ubicaciones, los novios abren la sesión de copas con un baile y al final, todos terminan borrachos y bailando canciones de antaño...

No hay originalidad alguna, todo es impersonal, todo se ha mecanizado de tal forma que celebrar una boda es ya algo tan sumamente mecánico, que llega hasta a aburrir.

Pero yo ayer no me aburrí porque hubo detalles que hicieron que esa tarde de sábado quede en mi memoria durante un largo periodo de tiempo. El olor a estiércol al entrar al recinto ferial –en pleno campo de Cartagena-, los ostentosos y pomposos vestidos de novia –lucidos por modelos inexpertas en pasarela-, un stand para buscar novi@ -imagino que sería para que colemos las solteras que acompañamos a las casaderas-, un fotógrafo que hace reportajes en 3D –para aquéllos que no pueden asistir a la boda y así, al ver el álbum, pueden vivirla como si estuviera pasando en ese momento-, los resecos donuts de la cafetería -aunque no los probamos, por la pinta que tenía todo, era lo mejor que uno podía echarse a la boca tras la caminata por el recinto- y la estridente música de los desfiles –ruido y más ruido- fueron los elementos que más me llamaron la atención del II Salón de Bodas y Hogar de Torre Pacheco.



Sin lugar a duda, estos pequeños detalles fueron los que aportaron ese toque de originalidad del que hablaba antes y que es preciso alcanzar para que algo -lo que sea- no quede en el olvido y lo recordemos durante un largo periodo de tiempo…


jueves, 11 de noviembre de 2010

De qué sirve subir a la cima

Se acaba el día. Decimos adiós a una jornada repleta de momentos esperados y de sorpresa, decimos adiós a nuevas y viejas sensaciones, adiós a innovadoras ideas, a pensamientos, adiós a algunas miradas cómplices y otras no tanto, adiós a minutos de sosiego, adiós a horas de estrés, adiós a un nuevo día, que poco a poco torna a pasado. Adiós a este jueves...
"Hay gestos, sonidos o palabras que te dan fuerza, te alegran el día, te hacen sentirte especial..." Esta frase, escrita por una compañera de trabajo esta mañana en Facebook, ha motivado que le dedique un post en mi burbuja. ¡Y qué razón tiene!... Al hilo de ésta frase me ha venido a la mente otra que tanto me gusta y a la que de vez en cuando hago alusión: La esencia está en los pequeños detalles. Esas pequeñas cosas a las que casi nadie presta atención y en las que reside una parte importante de nuestra felicidad.

Quienes encontramos en los pequeños detalles partes esenciales de nuestra existencia, desechamos las grandezas, esas que son tan pasajeras, a pesar de ser grandes, para mostrarnos ante aquéllas otras que su sencillez nos hacen sentirnos especiales, hasta el punto de alegrarnos un día y hasta una semana si cabe.

Esos pequeños gestos, sonidos o palabras que apuntaba mi compañera son tan importantes y esenciales, que un día horrible puede llegar a convertirse en el día más bonito y maravilloso del mundo, contribuyendo así, a que nuestra existencia vaya, poco a poco, alcanzando un nivel único y extraordinario.

De qué sirve alcanzar grandes cosas, si al final del camino nos encontramos solos y no tenemos con quién compartir ese hallazgo. De qué sirve subir a la cima, si nada nos va a hacer manternos...
Realmente, no sirve para nada porque al final lo que queda es eso, nada...
Lo que realmente sirve es encontrar esa sonrisa, ese abrazo o esa simple y profunda frase: Te quiero.

domingo, 7 de noviembre de 2010

A los centros comerciales no se va los fines de semana

A los centros comerciales no se va los fines de semana. Es frase me la tengo que repetir una y otra vez para que nunca se me olvide, de hecho creo que voy a tener que hacer algo para que la próxima vez que se me ocurra acudir a una gran superficie se encienda en mi cabeza la luz de alarma, al tiempo que se repita una y otra vez la frase: ¡¡¡Prohibido, prohibido, a los centros comerciales no se va los fines de semana. Acuérdate de la última vez!!!

Como si hubiera sido la única persona que decidía acudir esta mañana temprano, he salido del gimnasio, he desayunado y me he dirigido, todo feliz y contenta, a estas grandes superficies a comprar. El carro rebosante: unas cortinas, una alfombra para el salón, un spray para terminar de tunear las mesillas de la habitación… Lo tenía casi todo, pero tenía que entrar también en Ikea porque algunas de las cosas vistas en LeRoy Merlín no me terminaban de gustar.

Iba bien de hora, he pensado, la gente decidirá asistir a estos centros comerciales esta tarde, ahora con total seguridad, no habrá mucho jaleo. Todo convencida me he adentrado, pero iba tan ensimismada y tan metida en el tamaño y los colores de las cortinas, que no he me percatado de que los coches se adentraban, uno tras otro, en los aparcamientos, sin dejar hueco para un alfiler.

Entre sillas, mesas y sillones he mirado a mi alrededor y me he dicho: ufff, parece que está empezando a venir gente, voy a darme prisa que se aproxima la hora de comer.

Evidentemente, ni me he dado prisa ni he sido consciente de que, al igual que yo, muchas personas aprovechan estos días para pasear y hacer esas compran que a lo largo de la semana no pueden hacer. Ya lo tenía todo, ya estaba preparada para pagar mi cuenta y salir disparada a casa a tomar algo y dormir la sienta, pero conforme avanzaba, la marabunta se ampliaba…

Mucha gente paseaba, es verdad, pero un sinfín de carros aguardaba en las densas y ruidosas filas de las cajas para abonar los importes de descomunales cuentas configuradas por dos, tres y hasta cuatro carros por persona…

No lo podía creer. Miraba a un lado: gente a montón. Miraba al otro: igualmente, gente a montón. Pues para estar en crisis, las compras no son nada pequeñas, me he dicho a mi misma. No sabía que hacer, eran cerca de las tres, tenía hambre, me estaba empezando a poner nerviosa y de lo que sí que no estaba dispuesta era a tener que esperar, mínimo una hora, para pagar.

Ahora que estoy frente al ordenador pienso en mi gran bolsa amarilla… Estaba repleta de cosas y seguramente continuará apoyada en el estante que la dejé, aguardando a que le toque su turno. Turno que le llegará una de estas tardes, entre semana claro, porque lo que sí que tengo más que asumido es que no volveré a cometer el error de ir a un centro comercial en fin de semana.


viernes, 5 de noviembre de 2010

SOS Nuestra cultura gastronómica se pierde

Leo esta mañana en la prensa una información del periodista Ismael Galiana en la que da a conocer que, de enero a octubre de 2010, un total de 127 restaurante de la Región de Murcia se han dado de baja, frente a los 47 que se han abierto. El asombro ya no está solamente en esta desalentadora cifra, sino en el hecho de que un número muy elevado de esos restaurantes cerrados son locales de antaño, locales que han pasado de generación en generación, y que hasta el momento configuraban la clave esencial de la gastronomía regional murciana.
Yo, hija, nieta y bisnieta de hosteleros, no he podido dejar pasar por alto esta información por lo que conlleva, y me indigna ver como la crisis que venimos sufriendo desde el año 2008 está arrasando, como si de un Tsunami se tratara, a pequeñas y medianas empresas familiares de la Región de Murcia. Y todo esto sucede al tiempo que las altas esferas se preocupan únicamente por cambiar de ministerios, por criticar a la oposión o por ver si a unos u otros le han regalado o no un traje de marca por hacer no sé que favores...
No quiero adentrarme en asuntos políticos porque desde que escribo en mi Burbuja Escondida no ha sido mi menester, pero lo cierto y verdad es que las autoridades deberían tomar cartas en el asunto, y de forma urgente, para ver qué es lo que realmente está pasando con estos restaurantes y locales históricos, buques insignia de la cocina de la Región, y qué ayudas precisan para que puedan salir a flote y sigan encabezando uno de los atractivos turísticos más importantes de la Región de Murcia.
Continúo adentrándome en la gravedad del asunto, y no entiendo cómo permiten que estos lugares, algunos centenarios, estén cerrando sus puertas y dejando huérfana una parte importante de la historia murciana. De la misma forma que no entiendo cómo es posible que permitan que mientras nuestra cultura gastronómica se pierde, centenares de comida americana, italiana, turca y de otras procedencias, se mantienen sin ofrecer nada de Murcia al turista que viene a conocer nuestra Región, nuestras costumbres y nuestras tradiciones.
Mi granito de arena lo puse cuando tomé la determinación de acudir a locales que no ofrecieran la comida regional, como mucho, una o dos veces cada tres meses o más. A ver qué decisiones toman otros y otras...

jueves, 4 de noviembre de 2010

Premios Ondas 2010

Susana Griso, premio a la mejor presentadora, y Carlos Herrera, premio a la mejor trayectoria profesional. Sin lugar a duda este año los premios Ondas han recaído sobre dos grandes figuras de la comunicación española. Dos grandes profesionales que, desde el primer momento que aparecieron en los medios sociales -en televisión y en radio-, han demostrado, y continúan demostrando, que el buen periodismo aún existe afortunadamente.

Los que nos dedicamos a esta profesión, pero en otros ámbitos de la comunicación social y que no son tan conocidos a nivel nacional, nos sentimos orgullosos, orgullosísimos, de ambos nombramientos, y digo nos sentimos, porque aunque parezca mentira el periodismo serio, la profesionalidad y la responsabilidad de un periodista está siendo laureada con grandes nombres, y se ha dejado de lado -por fin!- el periodismo esperpéntico, ese lado oscuro de la profesión que los que de verdad nos sentimos y ejercemos como periodistas serios, siendo conscientes de la responsabilidad que tenemos tanto echamos por tierra.

Desde esta Burbuja Escondida quiero hacer un llamamiento a todos aquellos periodistas que, como yo, nos sentimos cada día más convencidos de que en algún momento desaparecerá esa lacra que apareció en nuestra profesión de un tiempo a esta parte, y que tantos malos estragos nos está haciendo pasar.

Nuevamente, ENHORABUENA a estos dos grandes profesionales.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Quiero mi naranja entera

Yo no quiero mi media naranja, yo quiero mi naranja entera! Así es y quien diga lo contrario se equivoca, como tantas y tantas veces me he equivocado yo en mis pocos, pero intensos 30 años de existencia.
Estamos cansados de escuchar, y digo estamos cansados porque no soy la única, tópicos tales como: los polos opuestos se atraen, cuanto más diferentes, más amor; es preciso encontrar una persona que te complemente y eso te lo da una persona que no tenga lo que tú tienes; tienes que buscar a alguien que no tenga nada que ver contigo...

Error, un craso error en mayúsculas.

Por ejemplo, si eres una persona extrovertida, alegre, que te gusta bailar, que te gusta escribir, ir al cine, hacer deportes… Cómo puede haber alguien que te diga: tienes que buscarte a una persona que sea lo contrario a ti… Y yo me pregunto, ¿Cómo se puede estar bien con alguien que es callado, no muy risueño, que pasa de bailar, que solamente ve las películas que se baja de internet, que su único deporte es el levantamiento de vidrio y barra fija, y que el término escribir solamente lo entiende cuando tiene que elaborar la lista de compra…?

Está claro que, mientras yo escribo, el otro se tirará en el sofá a hacer zapping; mientras hago algo de deportes, el otro estará dándole al codo y cuando quiera ir a ver una peli, el otro dirá que ya se la ha descargado del emule... Puede tener algo de romanticismo -déjenme que lo dude-, puede haber mucho amor -será ciego-, pero al final, ¿en qué queda esa relación de polos opuestos?
Evidentemente, es un error tratar de pensar que en algún momento la relación entre esas dos personas pueda llegar a buen puerto, y qué digo de buen puerto, simplemente el hecho de tratar de zarpar debe de ser una trepidante y misteriosa historia que yo, de momento, me abstengo a iniciar.

Hasta el momento he llegado al huesecillo, a algo de pulpa y si nos apuramos un poco a algún gajo de naranja, pero nada de un cuarto de naranja y mucho menos de media media. La naranja entera, mi naranja entera, estoy segura que existir, debe de existir aunque aún no la haya encontrado, así que seguiremos juntado al rasca y gana, aunque "sigue buscando" sea la única respuesta encontrada hasta el momento en ese onírico mundo de las relaciones sentimentales.

martes, 2 de noviembre de 2010

Hormigas en mi barriga

Hormiguitas en el estómago. Cuántas veces hemos sentido esa sensación. Uff... Muchos han sido los momentos en los que he notado la sensación de tener a esos diminutos seres en mi barriga. Cierro los ojos y me imagino a un regimiento de hormigas vestidas de soldados correteando, gritando y acelerando el ritmo a medida que va pasando el tiempo. Centenares de hormigas recorriedo mi interior, sin un sentido en su recorrido y perturbando la relajación y el equilibrio normal de todo ser. Un nerviosismo, en ocasiones placentero, pero en otras no tanto, que se acentúa conforme vas pensando más en lo que tienes que decir, en lo que esperas que te digan o en lo que va a suceder.
Cuando ese cosquilleo no es placentero, siempre optamos por la respiración profunda para hacerlas desaparecer, también hay ocasiones en las que tratamos de pensar en otra cosa para evadirlas, pero el agobio viene cuando pasa el tiempo y ese leve hormigueo pasa a convertirse en una enorme batalla de minúsculos seres que invaden todo tú cuerpo hasta generarte un malestar desagradable, que llega hasta quitarnos el sueño y a no atinar en nada de lo que tenemos que hacer.
Como decía, las hay placenteras y otras no tanto, pero lo cierto y verdad es que se trata de una reacción incontrolable a todo ser humano que, aunque en ocasiones nos causes malas pasadas, nos hacen darnos cuenta de que estamos vivos, de que sentimos, de que precisamos un cambio en nuestro ritmo habitual y de que algo nuevo y desconocido se avecina.