domingo, 30 de octubre de 2011

Ahora y hace un siglo, dos y veinte

Anoche tuve el placer de deleitarme durante casi tres horas de la magnífica obra “Veraneantes”, que Miguel del Arco ha acercado ahora al público, muy acertadamente, de la original que el dramaturgo ruso Maxim Gorki estrenó en el año 1904. Una obra que ha venido a al Teatro Circo Murcia de la mano de Teatro de la Abadía.

Quienes no conocíamos el texto originario podríamos llegar a pensar que esta obra de teatro ha sido pensada ahora como una manifestación de la sociedad actual. Como un file reflejo de la sociedad en la que vivimos y que busca desesperadamente un cambio, un giro que la convierta en una sociedad mejor en todos sus sentidos.

Han pasado más de cien años desde que Gorki sacara a la luz esta pieza, y a pesar de los años y los cambios que ha experimentado la sociedad, el transfondo, la base de todos continúa siendo la misma ahora que ayer.

Estamos de acuerdo, y es más que evidente, que en estos más de cien años se han conseguidos importantes avances en la medicina, en la ciencia y en la tecnología, pero independientemente de todos estos avances, y aunque ahora seamos una sociedad mucho más moderna que la que reflejaba el dramaturgo ruso, la realidad es que las personas continúan con la misma obsesión por ser felices.

Creo que ese es el objetivo de todos, ahora y hace un siglo, dos y veinte. ¿Será quizás esa obsesión la que hace que realmente no se produzca ese cambio? ¿Será que el deseo de ser más felices que los demás es lo que lleva a no alcanzar esa obsesión? ¿Si nos conformáramos con esos pequeños momentos de felicidad que llegan de forma repentina no sería aliciente suficiente para hacer una sociedad mejor? …

Tal vez sí o tal vez no, quién sabe…

Tal vez me equivoque o tal vez no, quién sabe, pero yo por si acaso, me quedo con lo maravilloso de este nuevo y ya casi pasado estupendo domingo de octubre: Salir a pasear en bicicleta, tomar una caña con mi madre y mi hermana, abrazar a mi sobrino y jugar con él, pulular durante un rato por mi soledad, quemar una sartén y tener que limpiar la cocina entera, ver anochecer y escribir estas líneas.

PD: lo de quemar esa sartén ha sido fruto del despiste y mi torpeza en la cocina...


miércoles, 19 de octubre de 2011

¿Sabemos quiénes somos?

Creo que esta pregunta no la hemos hecho en más de una ocasión. ¿De verdad somos conciertes de la persona que llevamos dentro? ¿De verdad somos capaces de saber cuál va ser nuestra respuesta a cualquiera de las múltiples situaciones que vivimos a lo largo del día, la semana o el mes?

Si esto es cierto, por qué será que cada vez que hay situaciones comprometidas tenemos que echar mano de un tiempo de reflexión, de un consejo de un amigo o una amiga, u optar por esperar y que el tiempo reparta la suerte…  

Son infinitas las situaciones a las que tenemos que enfrentarnos y son múltiples las reacciones que podemos tener ante ellas. ¿Cuántas veces nos hemos sorprendido por cómo hemos actuado ante un hecho concreto porque nuestra forma de ser nada tenía que ver con esa reacción?

… Yo creo que muchas, por no decir la inmensa mayoría.

Aunque estemos muy seguros de quiénes somos, esa seguridad se desvanece en el preciso instante en el que la duda aparece.

Esta cuestión siempre la he relacionado con el momento en el que un artista inicia su obra y, en teoría, la da por terminada. ¿Realmente el artista la quiso terminar así o por el contrario las situaciones del momento le llevaron a modificarla? La evolución de la misma, ¿era la que pensaba el pintor? De acuerdo a la idea que él tenía de su obra, el boceto, ¿El que podemos llamar el “final” de la obra, lo que vemos, era realmente el resultado que se esperaba de antemano? Pero, ¿realmente la obra tiene un final?

Entonces, ¿realmente llegamos a saber quiénes somos?...



PD: A mi fan misterioso. He de decirte que nada de mal de amores. De hecho, si lo tuviera tal vez tendría más motivos para escribir, no lo creer?