jueves, 8 de diciembre de 2011

El futuro, una ilusión...


Lo que éramos hace diez años, por ejemplo, nada tiene que ver con lo que somo ahora y el futuro... Es una mera ilusión porque el continuo cambio hace que así sea todo. 

Muchas veces la rutina se rompe con una serie de acontecimientos inesperados que hacen que todo cambie y que el rumbo del cambio tenga que dar un giro a todo. 

"La función por hacer", de Kamikaze Producciones, es una obra dirigida por Miguel del Arco que muestra esos cambios inesperados que en muchas ocasiones generan tal punto de incertidumbre, que nunca sabemos cómo va a concluir todo. El espectador pasa por el agobio, el miedo, la alegría, la tristeza..., un sinfín de sensaciones que te hacen ver que el final es ahora mismo una mera ilusión.

Sin lugar a duda, un muy buena obra, más que recomendada. 

domingo, 27 de noviembre de 2011

Leer entre líneas…


Cuántas veces nos hemos dicho o nos han dicho: No leas entre líneas, quédate simplemente con lo que te están diciendo o haciendo porque es ahí donde está la clave.

Pero no, no sé porqué motivo o razón nos empeñamos en tratar de sacar un mensaje completamente diferente a lo que nos están diciendo o haciendo…

Dicen que estos temas son más comunes entre las mujeres, por nuestro perfil de “complejas” y por nuestro interés y deseo de darle vueltas y más vueltas a las cosas simples (dicen), pero bueno… No sé si será cierto o no, pero la verdad es que ayer, en el típico aperitivo de los sábados, esa “lectura entre líneas” fue uno de los temas de conversación que una amiga y yo mantuvimos durante un largo periodo de tiempo. 

Evidentemente, cuando hay una larga amistad, cuando realmente conoces a una persona, la intencionalidad es más fácil de percibir que cuando no se conoce; pero cuando se trata de alguien a quien estás comenzando a conocer, ese conocimiento es bastante limitado y es cuando surge la duda: ¿Debo leer entre líneas?

El ser humano tiene la particularidad de decir o hacer cosas con la intención de generar una reacción contraria en la persona a la que se está dirigiendo. Tal vez será por miedo, vergüenza o por la falta de confianza, pero muchas veces no somos capaces de decir o hacer lo que realmente queremos con el fin de evitar en el otro un perjuicio.

La lectura entre líneas puede tener su parte negativa y positiva. Si aciertas, estás de enhorabuena; pero si te equivocas… ¿Qué hay que hacer? ¿Pides perdón? ¿Haces como si no hubiera pasado nada? ¿Te das la vuelta y desapareces porque puede que hayas metido la pata hasta el fondo?...

Leer o no leer entre líneas, esa es la cuestión

 

lunes, 14 de noviembre de 2011

martes, 8 de noviembre de 2011

Momentos extraordinarios, momentos únicos

Su sonrisa rebosante de felicidad. Sus ojos repletos de total y absoluta ingenuidad. Su fino y suave pelo rubio. Sus palabras entrecortadas que muchas veces no alcanzo a entender. Sus tiernos abrazos. Sus dulces besos. Sus sueños profundo a los que he dedicados horas admirando…

Ya cuenta con veinte meses y aún creo que no es verdad, que aquel 9 de marzo fue un sueño, un sueño como el que parece que vivo cada vez que lo veo y me hace esbozar continuas sonrisas de completa felicidad.

Parece que fue ayer cuando mi hermana me dio la gran alegría de que iba a ser tita. Aquel momento no lo olvidaré jamás. Estaba en casa y recibí una llamada. Era mi hermana que me decía si me había despertado de la siesta, pero había algo que tenía que contarme y no podía esperar. “Que vas a ser tita”, me decía mi hermana… Esa frase hizo que el tiempo se parara por completo y no tuve más reacción que dar saltos de alegría, al mismo tiempo que le preguntaba, ¿¿¿pero es verdad???

Parece que fue ayer, pero desde aquel mes de junio de 2009 no han dejado de sucederse momentos extraordinarios y únicos. Momentos extraordinarios y únicos que quedarán en mi recuerdo para siempre. Momentos extraordinarios y únicos como su nacimiento, su primer biberón, su primer baño en la playa, sus primeras palabras, sus primeros pasos, su primera vez en el parque… Momentos extraordinarios y únicos como el que viví en la tarde de ayer, cuando lo llevé a hacerle una fotografía con el equipo del Real Murcia, antes del partido contra el Deportivo de la Coruña.

El intenso verde del césped, la intensa luz de los grandes focos del campo, el equipo peloteando sobre el campo con varias pelotas de color amarillo, el fuerte sonido de la música… Nada hizo que mi ratoncito (como suelo llamar a mi ahijado) quedara impasible ante lo que tenía delante de él. Todo era nuevo para él, y para mí también, todo le llamaba la atención, y su cara de asombro y sorpresa era igual o más que la mía. De hecho hubo un fotógrafo que captó ese momento que no olvidaré jamás y que resume el extraordinario momento vivido en la tarde de ayer: Mi ratoncito maravillado por todo cuanto le rodeaba y yo, en cuclillas y cogiéndole por la cintura, mirándole con una enorme sonrisa.

Tal vez, dentro de unos años, cuando mi ratoncito sea mayor no recuerde este u otros muchos momentos que hemos vivido juntos. Tal vez, tendré que enseñarle fotos y contarle con todo detalle lo que un día, siendo él muy pequeño, solíamos hacer. Tal vez no se acuerde, pero será para mi un enorme orgullo y una gran satisfacción poder contárselo y revivir esos momentos extraordinarios y únicos que hemos vivido juntos.



   

sábado, 5 de noviembre de 2011

Piccoli dettagli...

Una canción: Ma il cielo è sempre più blu


 - Un momento: compartir unas cervezas

- Un color: gris

- Una frase: El mundo necesita gente que ame lo que hace

- Una alegría: escuchar de una amiga que hay una nueva incorporación al grupo. Va a ser mamá nuevamente.

- Una motivación: La idea de que si queremos que pasen cosas diferentes es preciso hacer cosas diferentes.

- Una inquietud: #apoyotrabajadores7RM

...

domingo, 30 de octubre de 2011

Ahora y hace un siglo, dos y veinte

Anoche tuve el placer de deleitarme durante casi tres horas de la magnífica obra “Veraneantes”, que Miguel del Arco ha acercado ahora al público, muy acertadamente, de la original que el dramaturgo ruso Maxim Gorki estrenó en el año 1904. Una obra que ha venido a al Teatro Circo Murcia de la mano de Teatro de la Abadía.

Quienes no conocíamos el texto originario podríamos llegar a pensar que esta obra de teatro ha sido pensada ahora como una manifestación de la sociedad actual. Como un file reflejo de la sociedad en la que vivimos y que busca desesperadamente un cambio, un giro que la convierta en una sociedad mejor en todos sus sentidos.

Han pasado más de cien años desde que Gorki sacara a la luz esta pieza, y a pesar de los años y los cambios que ha experimentado la sociedad, el transfondo, la base de todos continúa siendo la misma ahora que ayer.

Estamos de acuerdo, y es más que evidente, que en estos más de cien años se han conseguidos importantes avances en la medicina, en la ciencia y en la tecnología, pero independientemente de todos estos avances, y aunque ahora seamos una sociedad mucho más moderna que la que reflejaba el dramaturgo ruso, la realidad es que las personas continúan con la misma obsesión por ser felices.

Creo que ese es el objetivo de todos, ahora y hace un siglo, dos y veinte. ¿Será quizás esa obsesión la que hace que realmente no se produzca ese cambio? ¿Será que el deseo de ser más felices que los demás es lo que lleva a no alcanzar esa obsesión? ¿Si nos conformáramos con esos pequeños momentos de felicidad que llegan de forma repentina no sería aliciente suficiente para hacer una sociedad mejor? …

Tal vez sí o tal vez no, quién sabe…

Tal vez me equivoque o tal vez no, quién sabe, pero yo por si acaso, me quedo con lo maravilloso de este nuevo y ya casi pasado estupendo domingo de octubre: Salir a pasear en bicicleta, tomar una caña con mi madre y mi hermana, abrazar a mi sobrino y jugar con él, pulular durante un rato por mi soledad, quemar una sartén y tener que limpiar la cocina entera, ver anochecer y escribir estas líneas.

PD: lo de quemar esa sartén ha sido fruto del despiste y mi torpeza en la cocina...


miércoles, 19 de octubre de 2011

¿Sabemos quiénes somos?

Creo que esta pregunta no la hemos hecho en más de una ocasión. ¿De verdad somos conciertes de la persona que llevamos dentro? ¿De verdad somos capaces de saber cuál va ser nuestra respuesta a cualquiera de las múltiples situaciones que vivimos a lo largo del día, la semana o el mes?

Si esto es cierto, por qué será que cada vez que hay situaciones comprometidas tenemos que echar mano de un tiempo de reflexión, de un consejo de un amigo o una amiga, u optar por esperar y que el tiempo reparta la suerte…  

Son infinitas las situaciones a las que tenemos que enfrentarnos y son múltiples las reacciones que podemos tener ante ellas. ¿Cuántas veces nos hemos sorprendido por cómo hemos actuado ante un hecho concreto porque nuestra forma de ser nada tenía que ver con esa reacción?

… Yo creo que muchas, por no decir la inmensa mayoría.

Aunque estemos muy seguros de quiénes somos, esa seguridad se desvanece en el preciso instante en el que la duda aparece.

Esta cuestión siempre la he relacionado con el momento en el que un artista inicia su obra y, en teoría, la da por terminada. ¿Realmente el artista la quiso terminar así o por el contrario las situaciones del momento le llevaron a modificarla? La evolución de la misma, ¿era la que pensaba el pintor? De acuerdo a la idea que él tenía de su obra, el boceto, ¿El que podemos llamar el “final” de la obra, lo que vemos, era realmente el resultado que se esperaba de antemano? Pero, ¿realmente la obra tiene un final?

Entonces, ¿realmente llegamos a saber quiénes somos?...



PD: A mi fan misterioso. He de decirte que nada de mal de amores. De hecho, si lo tuviera tal vez tendría más motivos para escribir, no lo creer? 


domingo, 11 de septiembre de 2011

Ahora toca volver


A todos nos gusta volver. Aunque tratemos de aparentar lo contrario, tarde o temprano el regreso es algo necesario, y la sensación de que el tiempo no hubiera pasado es algo inevitable. Atrás quedaron extraordinarios días de los que solamente quedarán aquellos pequeños detalles que nos marcaron una pausa en el camino y nos dieron un dulce sabor que nunca, pero nunca olvidaremos.
Ahora toca volver, reanudar la marca, la cual nunca paró porque la vida es eso: un continuo deambular en la continua búsqueda de nuestra Ítaca. Un búsqueda que siempre estará marcada por el descubrir y el saborear nuevas sensaciones.
Ahora toca volver. Ahora toca preocuparse por el hoy, por lo que ocurre en este preciso momento, porque los tiempos pasados, aunque fueran mejores, nunca volverán y el mañana aún está por descubrir. 

lunes, 4 de julio de 2011

Días playeros

Como ya he apuntando en alguna ocasión, si hay algo que me encanta hacer en mis ratos libres es pasear, ya sea por la playa, el campo o la ciudad, y es que tenía mucha razón el que decía que las ciudades son libros que hay que leer con los pies.

De la misma forma que me apasiona dejarme guiar por la intuición cuando me adentro en ciudades que visito por primera vez, sin echar mano de un callejero para dejarme sorprender por todo cuanto me voy encontrando, cuando paseo por mi ciudad o por la playa, en la que suelo pasar mis vacaciones de verano, es habitual en mí observar a quienes me voy encontrando por el camino.

Este fin de semana, en mi habitual paseo matutino por la orilla de una playa, he prestado especial atención a la gente que decide ir a la costa a pasar el día completo en compañía de amigos y/o familiares.

Es impresionante el despliegue que algunos grupos llegan a hacer en la orilla en cuestión de minutos.

De pequeña, cuando mis vacaciones eran de junio a septiembre (qué años aquéllos…), mis tíos solían llevarnos a pasar el día a alguna de las playas de la Región o de Alicante. En aquella época, eran pocas cosas las que cargábamos en el coche para ese día playero, pues lo que realmente queríamos era zambullirnos en el agua y dejar que las horas pasaran. Con una sobrilla, con unas toallas, con una nevera para mantener bien fresquitas las bebidas, con un “bocata” para cada uno, con un par de banqueta para mis tíos, con unas palas y con una pelota bastaba y sobraba para pasar todo el día chapoteando en el agua salada.

Ahora, tal y como vengo observando en mis paseos mañaneros por la costa, nada tiene que ver con lo que hacíamos nosotros de pequeñas. De la sobrilla y la nevera se ha pasado a un “camping playero” en toda regla.

La simple sobrilla, para resguardarse un rato del intenso sol, ha dejado paso ahora a enormes tiendas de campaña, que comunican con gigantes sobrillas (casi pérgolas, podría decir) que cubren diferentes zonas: la zona de la comida, en la que están las mesas, las sillas de playa, las numerosas neveras con bebidas y comida, como si de una boda se tratara; la zona de descanso, en la que puedes encontrar tumbonas, alguna que otra hamaca y mesitas auxiliares en la que dejar un vaso, un libro, el móvil y algún que otro objeto tecnológico (estos dos últimos elementos imprescindibles ahora); y la zona para los peques, en las que no falta ni un solo juego de playa que se pueda uno imaginar.

Todo lo cuidan al mínimo detalle. El momento montaje es digno de ver (grandes y chicos, todos tienen algo que aportar). Luego llega aperitivo, seguido del baño –para bajar el efecto de los quintos de primera hora- y después, los preparativos para la comida, donde el tradicional bocadillo ha dejado paso a los numerosos tupperwares con todo tipo de manjares para degustar, entre los que no falta ese toque salado que aporta el mar.

Pero la cosa no queda ahí. Está el momento siesta, la partida de dominó o de cartas, la visita al chiringuito a por el helado o el café, las largas conversaciones rebozándose en la arena, los paseos por la orilla, el último baño con la puesta de sol…  


¿Quién no ha pasado algún día de playa así?

En un playa u otra. Con mayor o menor despliegue. Hace 20 años o hace cinco días… Dan igual las condiciones. El objetivo de estos días sigue siendo el mismo: Disfrutar de los amigos, la familia, el mar, los buenos ratos que ya no volverán y olvidando por completo el qué pasará mañana… 

¡¡¡¡Feliz verano a todos!!!!!



miércoles, 8 de junio de 2011

Hoy ha sido una de esas tardes...

Trocitos del pasado


Hoy ha sido una de esas tardes en las que he necesitado volver atrás. La nostalgia o quizás necesidad de alejarme de lo que en estos momento me está tocando vivir, me han obligado a echar mano de álbumes, recortes de periódico y demás cosas que en algún momento pasado de mi vida fueron importantes.


Lugares a los que he viajado, amigas con las que compartí momentos inolvidables, familiares con los que ya no puedo compartir nada más que el pasado, frases que alcanzaron un significado especial, dibujos con los que manifestaba mi visión de lo que me rodeó en un preciso momento, objetos que me acompañaron como amuletos…

Hoy ha sido una de esas tardes en las que he precisado de mi soledad, la buscada y tan bien hallada en estos momentos, para disfrutarla y saborearla.

Ante esto, no puedo dejar de recordar una frase de Antonio Machado que dice algo así como: Ni el pasado ha muerto, ni está el mañana, ni el ayer escrito…




  

jueves, 5 de mayo de 2011

Nuestras tardes de juego, sí que eran divertidas

Esta tarde, al salir del fisioterapeuta, he tenido que ir a hacer unas compras y de camino he cruzado por un par de jardines. De siempre he sido una persona muy observadora, pero de un tiempo a esta parte, y siempre que salgo a pasear, mi nivel de observación se eleva considerablemente. Iba sin prisa y salía tan sumamente relajada del fisio, que me he detenido al menos unos 15 minutos para ver cómo se entretenían los peques en el parque.

Al tiempo que les observaba no he podido evitar que mi mente echara atrás una par de décadas y comenzara a recordar cómo eras mis tardes de juego con mis hermanos, primos y amigos después de salir del colegio o cuando estábamos de vacaciones.

He de decir que por un momento he sentido un poquito de tristeza por esa casi veintena de niños que, sin sentido alguno, subían y bajaban de los toboganes, se metían en esas horrendas casitas de madera y plástico, se columpiaban en esos asientos colgantes y, de vez en cuando, se acercaban a los “perros guardianes” que tenían a sus alrededores para decirles alguna cosa.

La verdad es que he sentido tristeza, pero no solamente eso, también he podido sentir un poco de lástima al ver las caras de aburrimiento de los “vigilantes” que eran mayores, si cabe, que las de los pobres pequeños que nuevamente subían y bajan una y otra vez de los toboganes, se metían en esas horrendas casitas de madera y plástico y se columpiaban en esos asientos colgantes.

Echando mano de mi infancia, recuerdo que las tardes eran la mar de divertidas. Era llegar del cole, comer deprisa, quitarnos el uniforme y salir corriendo a la calle hasta bien entrada la noche. No teníamos un perímetro delimitado, como les sucede ahora, cualquier patio, una zona de huerta de algún familiar o un solar próximo a nuestras casas bastaba para hacer de ese espacio nuestra gran zona de juego.

Nuestra imaginación, unida a la colaboración de mi padre o mis tíos en alguna ocasión, era suficiente para hacer cabañas con cañas y ramas de limonero, marcar en la arena o en el chinarro un campo de béisbol o fútbol, hacer tirachinas, carreras de caracoles, dibujar con escayola en el asfalto el juego de los números o hacer trampas para cazar murciélagos. Cualquier cosa inservible que encontráramos era válida para convertirla en el elemento estrella de esa tarde de juego. Amasar barro para hacer figuritas, jugar a las cocinitas e incluso elaborar pulseras, collares y demás abalorios con ramas o piedras para luego venderlos entre los familiares. Que tarde más divertidas.

El tiempo siempre pasaba veloz para todos y la llamada de algún padre avisando que había que cenar y hacer los deberes marcaba en nosotros un momento espantoso que nunca queríamos que llegara. Lo pasábamos tan bien que sobraba la televisión, los videojuegos y demás juegos que nos vinieran ya hechos. Nunca había cabida para el aburrimiento.

Cuando he regresado de esa breve visita a mi infancia, en la que no dejábamos de crear, inventar y divertirnos, he vuelto a esta tarde de juego de esa veintena de niños en el parque. Nuevamente subían y bajan una y otra vez de los toboganes, se metían en esas horrendas casitas de madera y plástico y se columpiaban en esos asientos colgantes… 

Aburridos ya estaban cuando he llegado y para el mareo de tanta vuelta, poco les faltaba, así que solamente me queda suspirar, esbozar una sonrisa al recordarme en mis tarde de juego, volverme a casa y entender porqué, en mis actuales tardes de paseo, esos parques de diseño están casi siempre vacíos y es que… Nuestras tardes de juego, sí que eran divertidas.



lunes, 2 de mayo de 2011

Caminemos sin parar



Complicidad, emoción, cariño, sorpresa, afecto, amistad, amor, diversión, fiesta, unión, nervios… Sin lugar a duda, una sonrisa es el mejor regalo que podemos dar y obtener, pues, hay tantos sentimientos escondidos detrás de una sonrisa...

Puesto que no dejamos de sentir en ningún momento, lo ideal sería estar sonriendo desde que nos levantamos hasta que nos acostamos, y llevar esas sonrisas a todos nuestros sueños.

Creo que cada sonrisa es un paso más hacia la felicidad, así que, ¡¡caminemos sin parar!!

viernes, 15 de abril de 2011

Aún sigues durmiendo

Ojos Cerrados by @AbellanMurcia
Una lúgubre habitación, en una tercera planta, de un vasto edificio blanco. El silencio reinaba a nuestro alrededor, nada se podía ver porque todo estaba a oscuras. Solamente se veía, a lo lejos, la luz que desprendía un pequeño televisor que, desde lo alto y sin sonido, reproducía miles de imágenes a las que no prestábamos atención alguna, al menos yo. Tú mirabas la pantalla y yo, con los ojos entreabiertos, te miraba sin que te dieras cuenta.

Esa madrugada del 16 de abril de 2003 nos costó conciliar el sueño. Parecía que algo nos obligaba a no cerrar los ojos. Tras un largo rato, el cansancio nos derrotó, pero fue por poco tiempo porque en mitad de la noche, una sensación extraña me despertó.

Asustada, me incorporé, elevé la mirada hacia el pequeño televisor e inmediatamente giré la cabeza para verte. Tú me estabas mirando, al mismo tiempo que me dedicabas una de tus grandes sonrisas. Tenía un tinte especial, tal especial como tú. Esa maravillosa sonrisa tranquilizó mi repentino despertar, y nuevamente volví a acurrucarme en aquél sillón azul y a taparme hasta el cuello con esa gruesa y suave manta.  


La noche pasó muy rápida. Los primeros rayos de sol me hicieron levantarme de un salto del incómodo sillón azul. Te miré, pero permanecías dormido.

Levanté la persiana, el cielo estaba nublado y auguraba una no muy buena procesión de Miércoles Santo. Te volví a mirar, pero seguías dormido.

Recogí todas mis cosas, doblé la manta y me lavé la cara. Al momento llegó tú desayuno y, mientras lo preparaba, te volví a mirar, pero aún permanecías dormido.

¡Venga, papá, despierta! Te dije con voz muy bajita, al tiempo que te miraba. Papá, que ya tienes el desayuno, te volvía a decir, pero continuabas durmiendo.

Me acerqué a ti, por si no me habías escuchado, y posé mi mano en tú hombro. Papá, que ya tienes el desayuno preparado, te volví a repetir, pero seguías durmiendo...

Ahora, cierro los ojos, te miro y sigues durmiendo, pero continúas regalándome esa gran sonrisa.



domingo, 10 de abril de 2011

A la vuelta de la esquina

La Semana Santa y las Fiestas de Primavera están a la vuelta de la esquina. Y la prueba está en que hoy hemos abierto el “baúl de las tradiciones murcianas” y hemos comenzamos a sacar túnicas, refajos, zaragüeles, enaguas, esparteñas y demás enseres con los que nos ataviamos en algunos días claves de la Semana Santa y las Fiestas de Primavera.

Hay que revisarlo todo, comprobar que no falta nada y tomar nota de algo que no aparece para comprarlo a lo largo de esta semana.

Desde hoy, el orden o el desorden, según se mire, reinan en mi casa y yo creo que en breve también lo harán en la mayoría de los hogares murcianos.

Hay que comenzar a calentar motores porque ahora sí, ahora ya comienzan las fiestas de Murcia 2011.   


miércoles, 6 de abril de 2011

El parque de los peques


Han pasado cerca de seis año y por lo que nadie apostaba un duro en aquél momento, ahora se ha convertido en el parque más visitado de Murcia. Hasta el 2005, el mítico jardín de La Fama, más conocido como el “parque de los perros”, era

un lugar poco querido por los vecinos, la gente del entorno y por quienes por descuido tenían que cruzar ese horrible espacio. Estaba sucio, poco cuidado, nada iluminado, había que andar con cuidado porque estaba “minado” de excrementos de perros y solamente reunía a quinceañeros para hacer botellón los fines de semana, a grupillos de jóvenes entre semana por las noches y para sacar a pasear a los perros, de ahí su nombre de “Parque de los perro”.

Ahora todo ha cambiado. El jardín de la Fama es un gran parque, muy cuidado, diáfano, con juegos infantiles, con amplio espacio para acoger eventos y con una enorme cafetería que alberga una gran terraza para disfrutar de la estupenda temperatura de la que gozamos casi todo el año en Murcia.

De “parque de los perros” yo he pasado a apodarle el “parque de los peques”. Da igual el momento y la hora del día a la que pases –menos de madrugada -, en cualquiera de esos momentos te vas a encontrar a un niño en el columpio, a otro en el carrito con sus papás dando un paseo o a grupo de menores jugando a la pelota o corriendo con su monopatín; pero siempre bajo la supervisión de sus padres y tíos (en mi caso), que toman un aperitivo o un café mientras que los peques se divierten.

De aquel parque oscuro, sucio y vacío, hemos pasado a un parque alegre, luminoso y de diseño por el que cada día pasan sus horas de juego un sinfín de vidas que comienzan ya a descubrir algunos de los grandes y auténticos placeres de la vida.

Foto de http://kidda.es

domingo, 27 de marzo de 2011

La paellica, todo un clásico en las reuniones familiares


Qué es de una reunión familiar sin una paellica en condiciones como menú. En otras casas no lo sé, pero en mi familia, la paellica nos encanta y es, por así decirlo, el menú estrella cuando nos juntamos. La paella, ya sea de verduras, de marisco, de conejo con caracoles o de pollo –varía en función de la época- es todo un clásico, una costumbre que iniciaron mis abuelos y que aún permanece y permanecerá, ¡espero!

Si hay algo que me gusta de los encuentros familiares es cómo lo pasamos todos en torno a los fogones. Nadie permanece impasible, todos “arrimamos el hombro” con lo que sea, todos participamos, cada uno aporta su toque personal y entre todos hacemos que la preparación de la comida sea un ritual único e inigualable.

Como en todas las familias, imagino, en la mía hay una jerarquía gastronómica impresionante. Nadie tiene que decirle a nadie qué es lo que tiene que hacer. Todos sabemos cual es nuestro papel, toda aportación es imprescindible y si, por cualquier motivo, falta alguno, esa ausencia se echa en falta, e incluso llegamos a decir: “pues si estuviera fulanito, eso no habría faltado”.

Una ausencia se perdona, pero eso de llegar “a mesa puesta” es impensable e imposible, y si a alguno se nos ha llegado a pasar por la cabeza hacerlo, inmediatamente nos ha venido a la cabeza la mítica frase de mi abuela: “El que está dispuesto a trasnochar también lo tiene que estar para madrugar, así que el que no esté aquí a su hora, no come”. ¡Menuda era mi abuela!...

Como es lógico, las madres son las que llevan la mayor carga en el menú. Ellas son las encargadas de preparar la paella. Ellas tienen la receta y el secreto de ese delicioso plato que con tanto esmero aprendieron de mi abuela, una de las mejores cocineras del mundo.

La paellera es el centro neurálgico de la reunión. Una fríe los pimientos, otra remueve la verdura, la carne o el marisco, y la otra mide el agua y el arroz que hay que echar, puñadito a puñadito para que ni falte ni sobre. Mientras se lleva a cabo la elaboración no faltan las conversaciones varias, los cotilleos, las risas y ese trago de cerveza que acerca alguno de los miembros del grupo “apoyo logístico”, como llamamos a la labor que ejercen “los hombres”.

Junto a ese centro neurálgico está el segundo escalafón –en el que me encuentro yo-, que es el responsable de preparar las ensaladas, emplatar los aperitivos y dejarlo todo listo para que el siguiente escalafón –el de los más pequeños de la casa- lo lleven a la mesa, después de ponerla. Este siguiente escalafón también se encarga de servir las bebidas y de echar los viajes a la cocina cuando todos estamos ya sentados y falta algo.

El “apoyo logístico”, como apuntaba anteriormente, es el grupo de “los hombre”, los padres, tíos y hermanos mayores de la familia. Ellos son los responsables de comprar el pan, son los que están pendientes de que no falte bebida en ningún momento, se encargan de colocar y preparar los utensilios para hacer la paella –sacar el pulpo, colocar la paellera, trasladar la botella de butano, etc.-. El “apoyo logístico” es el grupo que está para los olvidos de última hora y para suministrar, poco antes de empezar a comer, el traguito de cerveza y la navaja o los berberechos a las mujeres que ultimamos la comida en la cocina.

Una vez echado el arroz y trascurridos casi los 20 minutos que se precisa para que esté lista la paella, una voz desde la cocina hacer un llamamiento a las catadoras (mi prima Kiko y yo), que somos las que decimos si está en su punto idóneo de sal o precisa más.

Una vez servidos todos los platos, un silencio, nada premeditado, inunda la mesa, pero pronto se rompe cuando un espontáneo suelta la frase: ¡delicioso, un aplauso a las cocineras!

Como ya he apuntado, la paellica en mi casa es un clásico, una costumbre y hoy, nuevamente, hemos aplaudido a las cocineras.

martes, 8 de marzo de 2011

Desafortunadamente, aún hay animales que se hacen pasar por hombres

Hoy se conmemora el Día Internacional de la Mujer Trabajadora, un día en el que se reivindican los derechos de toda mujer a un trabajo digno y a un salario igualitario, donde no haya cabida para la desigualdad entre sexos.

Hoy es el día elegido para que la sensibilización y cooperación de todos los ciudadanos contribuya a acabar con esa “lucha” entre sexos que tanto ha costado a muchas mujeres y que, concretamente este año 2011 celebra su primer centenario.

Hoy es el día en el que el trabajo de cientos de mujeres para reivindicar sus derechos se hace ver, ya sea a través de exposiciones, charlas, conferencias, representaciones teatrales, o lo que sea, como muestra de que tenemos que seguir por el camino emprendido entre todos para alcanzar ese objetivo común. Es amplísimo el programa de actividades y merece la pena asistir a alguna.

Desde las administraciones, los centros de la mujer, las diferentes asociaciones y demás colectivos se está apostando mucho por ese objetivo, pero el camino aún es largo. Y digo que ese camino aún es largo porque hoy, concretamente hoy, esa conmemoración se ha terminado para mi en el preciso momento en el que me he adentrado en un local y, tras varios minutos, he podido ver como un “señor” –por llamarle de alguna manera-, que parecía ser el mandamás del local, se dirigía a la que sería su empleada y a base de gritos y desprecios le ha echado una bronca monumental delante de todos los allí presentes.

Me he sentido tan avergonzada –y eso que no iba conmigo el tema-, que sin llegar a pedir el café que me iba a tomar, he cogido mis cosas, he agachando la cabeza y he salido casi corriendo de ese horrible local.

Si hoy se conmemora el día de la mujer trabajadora y la actitud de ese camicace se ha producido justamente hoy, no quiero ni pensar qué podrá pasar en otro día cualquiera de la semana…

Yo no suelo ser de las personas que vayan con la negatividad como bandera, esa no es mi filosofía de vida, pero está claro que mientras unos y unas luchamos para conseguir ese objetivo común, parece ser que hay otros a los que esa lucha les da igual y con una simple acción como la vista esta tarde, dan pie a que se borren muchos de los pasos dados en estos cien años de lucha por la igualdad entre sexos.

Espero y deseo que este hecho del que he sido testigo sea un breve periodo de tiempo una simple anécdota y que pronto no tengamos que conmemorar el día de la mujer trabajadora. Pues, esa no conmemoración supondrá que el objetivo que muchos y muchas perseguimos, se habrá conseguido.

Aunque un poco desilusionada por lo visto, quiero aprovechar para dar ánimo y felicitar a todas las mujeres, trabajadoras o no, porque este es su día, nuestro día.

miércoles, 16 de febrero de 2011

No quiero...

Hoy toca burbujear y todo viene a raíz de la frase que he leído hoy de P. Coelho: Puedes no saber tú camino, pero debes saber lo que no es tú camino. Así es. Puede que no sepa que me va a deparar mi viaje, la verdad es que tampoco me preocupa en estos momentos, pero de lo que sí estoy segura es que sé lo que no quiero para ese largo o corto periplo.

No quiero que mi familia sufra,
no quiero que mis amig@s estén solos cuando tengan un problema,
no quiero que mi despertados deje de sonar cada mañana antes de las 8:00 horas,
no quiero que me den la brasa,
no quiero dejar de ver brillar el sol,
no quiero descubrir que alguien a quien quiero me mienta,
no quiero quedarme estancada en el vacío,
no quiero ver a mi madre triste,
no quiero tener que pedir perdón,
no quiero que me llegue la soledad que yo no busco,
no quiero depender de nadie,
no quiero dejar de escuchar la música que tanto me gusta,
no quiero estar más de un día sin darle tono a un papel o un lienzo en blanco,
no quiero dejar de disfrutar de cada momento que vivo,
no quiero que la injusticia cotinúe prevalenciendo,
no quiero dejar de buscar mi ítaca,
no quiero no saber lo que no quiero,
no quiero perder mi burbuja,
no quiero olvidar mis pasado,
No quiero dejar de sonreir,
No quiero...

Son tantas las cosas que sé que no quiero, que no tengo miendo alguno a quedarme en blanco cuando alguien me pregunte: ¿Qué es lo que quieres?...

sábado, 5 de febrero de 2011

Qué grandes son las mañanas de los sábados

El mejor momento de la semana: el sábado por la mañana. No hay duda alguna. Desde que era pequeña, esperaba ansiosa la llegada del sábado. De hecho el viernes solía acostarme pronto -ahora no siempre-, porque me encantaba madrugar y mientras toda mi familia dormía, yo me iba al salón y era la dueña del mando de televisión. Me encantaba porque estaba sola y podía poner todos lo que quisiera sin que ni mis hermanos ni mis padres me dieran la lata.
Me tiraba en el sofá, en invierno me tapaba hasta la nariz y sacaba solamente un poquito la mano para poder cambiar los canales y me veía todas las series de dibujos animados. Qué pasada de sábados matutinos... Aunque siempre llegaba el momento en el que el pavo de mi hermano el mayor se acercaba y me jodía mi momento. Pero bueno, era parte de la historia.
El sábado era también el día del gran desayuno. Con el pijama puesto -esencial en este día- tazón de leche con Cola Cao, cuchara sopera y montañas y montañas de los crispis de la rana... ufff Qué grandes desayunos.
Recuerdo también que en la casa en la que vivíamos antes, una enorme casa en la huerta -ahora de eso no queda na de ná... una lástima-, con un sinfín de ventanas desde las que se veía todo... Me encantaba abrir el gran ventanal del salón, por el que entraba un sol maravilloso, acercaba el sillón en el que se sentaba mi padre para ver la televisión y me ponía delante una mesita con ruedas que teníamos en la cocina. Una vez instalado todo el mobiliario, me llevaba el desayuno y al tiempo que veía los dibujos, me ponía como el Kiko a base de leche y de lo que yo llamaba "los bichitos de la rana"...
Qué recuerdos..., qué grandes eran las mañanas de los sábados...
Ahora, aunque con algunas modificaciones, las mañanas de los sábados continúan siendo mis favoritas y las sigo disfrutando siempre que puedo.
Concretamente, hoy está siendo el día. Me he levantado casi como reza la canción de Hombres G, dándo un salto mortal, he puesto la música a todo volumen, me he preparado el desayuno -nada de crispis porque a mi casa ya no entran esas cosas- y me he sentado tranquilamente en la terraza a leer un rato...
En el ritual del sábado entra también, y estoy segura que a much@s les pasa, ordenar la casa, limpiar un poquito y, entre tarea y tarea, echar algún baile la vez que muevo la escoba o paso el trapo del polvo. Jejeje Cómo me gustan los sábado!
Decía mi padre que las buenas costumbres nunca hay que perdelas, pues Amén!!!!!!
Feliz sábado a todos!!!!!!!

martes, 18 de enero de 2011

Convertido en rana antes de lo esperado


Conforme pasan los días, las semanas, los meses... Me doy más cuenta de que encontrar pareja a los 30 se hace más que complicado, por no decir imposible. Yo no soy de las que cada vez que salen a la calle lo haga para encontrar al "hombre de su vida", pero lo cierto y verdad es que aunque así lo pensara resultaría una odisea. Porque... tela cómo está el ganao!, como diría mi abuela.
Este post es fruto de la anécdota–una de las tantas- que tuve hace unas semana en un bar de copas, después de un estupendo aperitivo entre amigos y amigas.

Estas de broma, tomando una copa que, por cierto, me he iniciado en el GINTONIC y me mola un montón, pero eso será para otro momento. Lo que decía, estábamos de cachondeo, lo típico cuando sales de aperitivo un sábado, con nuestra copa en la mano, dando vueltas, contando historias poco trascendentales, porque en estos momentos no recuerdo el hilo exacto, y entre trago, risa y comentario se me acerca un tío. La verdad es que el crío era muy guapo, no tenía pega alguna y parecía cumplir los requisitos del "prototipo" de tíos que me gustan. Se acercó -yo con miedo porque en estos casos no sabes qué se te cae encima- y me hizo un comentarios que sinceramente, me resultó gracioso. Este tipo de entradas siempre las he tenido en cuenta. Está más que claro –al menos para mí- que una buena entrada puede ser resultado de una buena conversación, alguna copa más y... Bueno, el caso, que tras ese comentario gracioso comenzamos a entablar conversación.
No tenía pega alguna, pues se trataba de un tío interesante, inteligente, gracioso, guapo... Vamos que parecía tener todos los requisitos, pero la sorpresa vino cuando comenté que me tenía que ir. Estaba cansada, llevaba todo el día en la calle y lo único de lo que tenía ganas era de irme a casa, tomar algo y acostarme.
Lo bueno vino al despedirme. Casi esbozando un bostezo, me dirijo hacia él, con mi media sonrisa y al mirarle a la cara me quedé un poco parada porque tenía un rostro que le llegaba hasta el suelo. Menuda cara de cabreo! Ni le presté atención, pero cuando le comenté que nos veríamos pronto, que me avisara cuando viniera a Murcia (el tío es de Águilas y había venido a Murcia a hacer un curso de fin de semana), la respuesta fue de lo más graciosa, al menos para mí. -Perdona, pero si tú no eres capaz de quedarte ahora a tomar una copa conmigo, yo no seré tampoco capaz de avisarte la próxima vez que venga a Murcia.
Ole, ole y ole! Así de pancho se quedó el capullo porque no me quedaba con él. He de decir que lo mejor de todo fue mi cara de tonta al escuchar esa magistral frase, y que me hizo hacerme -en silencio- la siguiente pregunta: Si no me conoce y actúa así, qué pasaría si fuera mi pareja...
Evidentemente, mi contestación fue educada, leve y sin decir lo que realmente pensaba porque considero que a una personas así, lo mejor que se puede hacer es darle largas.
He de apuntar que tras un ratico, el crío -que sería consciente de sus palabras- me mandó un sms pidiéndome perdón, pero lo cierto y verdad es que al pobre le faltó tiempo para mostrar su ancas y convertirse en rana antes de lo esperado...
P.D: No todas las buenas entradas son un buen indicativo de continuidad en una nueva amistad.

miércoles, 5 de enero de 2011

He sentido el sol, me he emocionado, me han conquistado y han abrazado mi corazón

Hoy ha sido un día único, un día especial e inolvidable. Esta mañana he tenido la gran suerte de poder recibir a los Reyes Magos en su llegada a la ciudad de Murcia, pero no solamente he tenido el placer de recibirles, sino que además he podido disfrutar de una mañana en la que la magia y la ilusión ha acogido, casi por sorpresa, a un elevado número de niños que, por diversas causas, no podrán disfrutar de esta noche mágica como el resto de niños.
Ha sido especial, único e inolvidable. Así es como resumo la intensa y gratificante mañana vivida, tras visitar con Sus Majestades los Reyes de Oriente el Centro Cardenal Belluga, la prisión de Sangonera y el Hospital Virgen de la Arrixaca.
Las caras de asombro de los nanos al ver como los Reyes Magos se les arcercaban para saludarles, para preguntarles cómo estaban y para entregales regalos no tienen precio y han causado tal sensación en mí, que me resulta verdaderamente complicado, casi imposible, poder explicar con palabras mis sensaciones en esos momentos.
Si ya resulta duro ver que un niño está en un centro de acogida por causas que ahora no viene a cuento explicar, la dureza se hace mayor al entrar en la zona de oncología infantil de un hospital. Antes de entrar, y sin saber adónde íbamos, el corazón se me ha acelerado, pero al ver un cartel con la palabra "oncología", el estóma se me ha encogido, la cara se me ha transformado y por un momento me he quedado paralizada. Ha sido un momento duro, es cierto, pero ese pánico interior pronto se ha transformado en emoción y en alegría al ver como esos oníricos personajes han logrado esbozar dulces y tiernas, tiernísimas, sonrisas en esos pequeños cuerpos.
Ahora (apartada del bullicio, del ajetreo consumista, de las colas, las prisas, los regalos y demás elementos que configuran esta sociedad en la que vivimos) el silencio reina en mi interior y solamente tengo cabida, al tiempo que escribo esta líneas, para los rostros de esos pequeños que, acogidos aún por la emoción y la ilusión de haber visto a los Reyes Magos, esta noche se irán a sus camas sin pararse a pensar lo más mínimo en lo que será de ellos mañana.
Me viene ahora a la mente una frase, de no recuerdo quién y con la que quiero concluir este post, que dice algo así como: La sonrisa de un niño es como sentir un rayo de sol, algo que emociona al tiempo que conquista y abraza el corazón...
Yo hoy he sentido el sol, me he emocionado, me han conquistado esas sonrisas y han abrazado mi corazón.
¡¡¡¡¡Feliz noche de Reyes a todos!!!!!