jueves, 30 de agosto de 2012

Viajar




La vista perdida en el horizonte, los rayos de sol al atardecer, la brisa, la luna casi llena, un silbido, el susurro de la voz de quien te acompaña, un escalofrío, las huellas que dejamos al caminar, las páginas de un libro, los encuentros con desconocidos, el sabor a mar, el agua fresca que alivia el calor, el humo del cigarro, la luna reflejada en el mar, las olas rompiendo en las rocas. La respiración al bucear, las caricias bajo el mar, la soledad de un faro, la danza de los barcos, las blancas casas que se salpicaban entre las montañas y cerca del mar; la banda sonora de ese lugar; las arenas rojas, blancas y marrones que cubrían los pies; una nevera con agua, cerveza, y comida; un escalón desde el que mirar el mar y las montañas; la estancia en la casa del Almirante Collingwood; los abrazos de personas que quizá ya nunca volveremos a ver; caminos de asfalto, tierra y piedras; la fusión del mar, las nubes, las montañas y el ser humano…

Pero todo eso ya forma parte del pasado. Todo quedará en el recuerdo, que es lo único que hará que todo se mantenga en el presenta. Será preciso cerrar los ojos y permanecer en silencio para hacer posible que esos momentos que unos días nos tocó vivir volvamos a poder saborearlos… Y todo al mismo tiempo que continuamos con nuestro viaje.