Seis meses, seis… Ese es el tiempo que ha transcurrido
desde que escribí mi último post en el mes de marzo. La verdad es que han sido
muchas las cosas que han hecho despertar en mí todo tipo de sensaciones y
emociones. Tantas, que sería imposible narrarlas en su totalidad -algo lógico y
evidente por otra parte- porque de lo contrario no habría vivido.
Seis meses, seis… Tiempo más que
suficiente para que las vivencias tenidas me hayan animado, en reiteradas
ocasiones, a ponerme frente al ordenador para escribirlas. Pero no ha ocurrido
así, ya haya sido por dejadez o vagancia, la verdad es que no he querido o no
he necesitado hacerlo y esta burbuja escondida ha quedado relegada a un último
plano, pero no ha sido olvidada.
Y no lo ha sido porque hoy, un simple
martes de septiembre, ha habido algo que ha despertado en mí el interés por
adentrarme en la burbuja y escribir unas cuantas líneas. Líneas que, por
cierto, no creo que lleguen a expresar el estado de contradicción que me
aturde.
Una llamada telefónica, una visita y el
miedo a esperar…
Estas tres cosas podrían resumirse única y
exclusivamente en una palabra: Miedo. Un miedo que me hace recordar una frase del
poema “Tengo miedo” de Pablo Neruda que dice: “Tiene mi corazón un llanto de
princesa olvidada en el fondo de un palacio desierto”…
Seis meses, seis… Y toca esperar. Y toca
dejar de pensar. Y toca tratar de echar al miedo. Y toca no perder la
esperanza. Y toca quedarse en manos del tiempo. Eso es lo que toca.