sábado, 13 de diciembre de 2008

La Navidad


(...) La Navidad no es un aniversario, ni un recuerdo. Tampoco es un sentimiento. Es el día en que Dios pone un belén en cada alma. A nosotros solo nos pide que le reservemos un rincón limpio; que nos lavemos las orejas para oír el villancico de los ángeles en la Nochebuena; que nos quitemos la roña acumulada, acudiendo al estupendo detergente de la Penitencia; que abramos las ventanas y miremos al cielo por si pasaran de nuevo los Magos; que son verdad, que existen, y viven siguiendo la estrella de entonces, camino del mismo portal.

Aunque tal vez veamos solo a un matrimonio joven de inmigrantes que acaban de llegar a la ciudad. No traen el borrico, porque la especie está en peligro de extinción, sino una moto desvencijada que sabe Dios cómo sigue funcionando todavía. No encontrarán sitio en los hoteles, y ella deberá dar a luz en el metro. Difícil lo tendrá la estrella para entrar allí abajo y situarse en el andén sin permiso de la policía municipal.

Si pasan por tu puerta, no les digas que tienes la casa llena de huéspedes. Ellos se conforman con el establo de tu corazón. Ábreselo de par en par, y, como es Navidad, dispónte a jugar a muñecos con María. Déjame que te acompañe: Te prestaré el corcho de las montañas, mi castillo de Herodes, un borrico con la oreja rota, la plata para el río y un racimo de ángeles, que nos enseñarán canciones de cuna para el Niño del pesebre.

El Belén que puso Dios (E. Montesinos)


1 comentario:

Anónimo dijo...

Es una charla difícil.


Pero leí alegremente.
Gracias