domingo, 3 de marzo de 2013

Volver a llenar la maleta


En unos días volveré a emprender un nuevo viaje. Una nueva aventura que sumar a la maleta de mi vida. Al empezar a escribir estas líneas no he podido evitar recordar el día que hice mi primer viaje.

El miedo y la inquietud por saber a qué me iba a enfrentar, además de la indecisión al preparar la maleta, marcaron sustancialmente aquellos días previos a mi primera escapada.

Han pasado muchos años, bastantes diría yo. Ahora la maleta la preparo en un suspiro, pero la manera de enfrentarme a un nuevo viaje poco ha cambiado desde aquella primera experiencia a la actual.

Dicen que viajar puede convertirse en una gran terapia para el ser humano, y la verdad es que estoy completamente de acuerdo. No hace falta un gran viaje, pues tanto las pequeñas como las grandes salidas pueden convertirse en extraordinarias válvulas de escape para hacer una parada en el camino de la vida y respirar. Coger aliento y seguir adelante.

Los viajes siempre suponen un giro casi radical en nuestra vida, un giro que influirá en nuestra conducta de forma favorable, y que será, además, muy beneficioso tanto para nuestro cuerpo como para nuestra mente.

He de decir que, hasta en el peor de los casos, esos en los que alguno de los viajes que habíamos planeado de una forma y luego han salido mal, siempre hay una parte positiva que nos hace ver que lo inesperado nos regala un aprendizaje que nunca debemos olvidar.  

Ahora que sé que me queda poco para salir de esta rutina; una rutina que también me gusta y disfruto, percibo como mis sentidos se activan con más fuerza y la emoción se apodera de mí. Voy a conocer nuevos olores, nuevos sabores, me voy a empapar de otra cultura, de otras costumbres, voy a conocer a nuevas gentes. He de confesar que me encuentro emocionada porque mi alma se abrirá a otro mundo, porque voy a aprender a ver las cosas desde otro entorno y porque voy poder elegir entre varios caminos.


También sé que cuando vuelva, nada habrá cambiado. Solamente habrá pasado el tiempo. Mi rutina volverá a ser la misma, volveré a ver a las mismas gentes –y con muchas ganas-, volveré –seguro- a entristecerme por muchas de las cosas que me rodean, volveré a hacerme preguntas que en mis días de viaje no me haré ni por asombro, volveré a hacer todo lo posible para que lo que hay a mí alrededor sea mejor, volveré, volveré y volveré…

Y cuando ya no pueda más, volveré a echar mano de mi maleta. Esa maleta que, al abrirla, me llevará a aquellos días en los que la llenaba de miedos, de inquietudes, de emociones, de anécdotas y de aprendizajes para recordar, otra vez, todos esos grandes y pequeños momentos que tanto despiertan mis sentidos y me abren el alma. 

1 comentario:

Anónimo dijo...

vayas donde vayas , no tengas prisa en volver.