viernes, 10 de octubre de 2008

Hydra, un auténtico paraíso

Como buenos mediterráneos que somos, nuestro segundo día en Grecia decidimos lanzarnos a la aventura y partir rumbo a la costa. Queríamos ver esas playas e islas de las que tanto habíamos escuchado y visto en fotografías. Añorábamos el encuentro con el mar y no podíamos dejar pasar más el tiempo.
LLegamos al Pireo en busca de un lugar en el que poder comprar unos billetes que nos llevaran a las islas griegas. Teníamos para elegir varios destinos, pero tal vez por la intuición o por el simple nombre, me decliné por Hydra, una de las islas más lejanas y la más bonita, según la mayoría de los comentarios de la gente de allí.

El medio de transporte: un flaying, una especie de ferry pequeñito pero que alcanzaba unos 60 nudos (120 km/h.) según la jerga marinera. El trayecto duraría una hora y media, y lo que no sabíamos era que el viaje nos haría un recorrido por varias islas hasta llegar a nuestro destino final.


El contacto con el mar, la brisa, el sol reflejado en las transparentes aguas del Sarónico... Todo me hizo sentir de una manera especial, reviví sensanciones que llevaba tiempo sin experimentar y -al cerrar los ojos y notar el aire en mi cara- me sentí con una auténtica ninfa del mar.


El recorrido hasta Hydra fue muy agradable y las vistas inexplicables, realmente maravillosas, auténticas postales. Tanto mi hermano como yo no dejamos de captar instantáneas para no olvidar nunca aquellos parajes tan fantásticos y únicos.

Conforme nos fuimos adentrando en Hydra, las caras de sorpresa se fueron incrementando. Estabamos ante un auténtico paraíso, un enclave ideal para retirarse durante una larga temporada, un lugar fantástico para descansar y disfrutar del contacto con la naturaleza.


Según me explicaron, Hydra es una isla que tiene una extensión de unos 50 kilómetros cuadrados y un perímetro costero de 55 kilómetros. Es una isla montañosa, con poquita vegetación -si se compara con otras islas colindantes- y con menos de 3000 habitantes, donde se respira un ambiente sereno y de profunda tranquilidad. Allí no hay corres, ni motos e incluso me aventuraría a decir que no hay ni bicicletas. El único medio de transporte es el burro, además de las pequeñas embarcaciones que te llevan de una a otra isla.

Efectivamente, la tranquilidad es la encargada de dar la bienvenida a todos los visitantes. Tal vez habrá islas más bonitas, pero he de decir que Hydra me cautivó porque tiene un encanto especial. Un encanto que se percibe en sus gentes, su pequeñas y acentuadas callejuelas, en su brisa, en su aroma...

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