domingo, 7 de noviembre de 2010

A los centros comerciales no se va los fines de semana

A los centros comerciales no se va los fines de semana. Es frase me la tengo que repetir una y otra vez para que nunca se me olvide, de hecho creo que voy a tener que hacer algo para que la próxima vez que se me ocurra acudir a una gran superficie se encienda en mi cabeza la luz de alarma, al tiempo que se repita una y otra vez la frase: ¡¡¡Prohibido, prohibido, a los centros comerciales no se va los fines de semana. Acuérdate de la última vez!!!

Como si hubiera sido la única persona que decidía acudir esta mañana temprano, he salido del gimnasio, he desayunado y me he dirigido, todo feliz y contenta, a estas grandes superficies a comprar. El carro rebosante: unas cortinas, una alfombra para el salón, un spray para terminar de tunear las mesillas de la habitación… Lo tenía casi todo, pero tenía que entrar también en Ikea porque algunas de las cosas vistas en LeRoy Merlín no me terminaban de gustar.

Iba bien de hora, he pensado, la gente decidirá asistir a estos centros comerciales esta tarde, ahora con total seguridad, no habrá mucho jaleo. Todo convencida me he adentrado, pero iba tan ensimismada y tan metida en el tamaño y los colores de las cortinas, que no he me percatado de que los coches se adentraban, uno tras otro, en los aparcamientos, sin dejar hueco para un alfiler.

Entre sillas, mesas y sillones he mirado a mi alrededor y me he dicho: ufff, parece que está empezando a venir gente, voy a darme prisa que se aproxima la hora de comer.

Evidentemente, ni me he dado prisa ni he sido consciente de que, al igual que yo, muchas personas aprovechan estos días para pasear y hacer esas compran que a lo largo de la semana no pueden hacer. Ya lo tenía todo, ya estaba preparada para pagar mi cuenta y salir disparada a casa a tomar algo y dormir la sienta, pero conforme avanzaba, la marabunta se ampliaba…

Mucha gente paseaba, es verdad, pero un sinfín de carros aguardaba en las densas y ruidosas filas de las cajas para abonar los importes de descomunales cuentas configuradas por dos, tres y hasta cuatro carros por persona…

No lo podía creer. Miraba a un lado: gente a montón. Miraba al otro: igualmente, gente a montón. Pues para estar en crisis, las compras no son nada pequeñas, me he dicho a mi misma. No sabía que hacer, eran cerca de las tres, tenía hambre, me estaba empezando a poner nerviosa y de lo que sí que no estaba dispuesta era a tener que esperar, mínimo una hora, para pagar.

Ahora que estoy frente al ordenador pienso en mi gran bolsa amarilla… Estaba repleta de cosas y seguramente continuará apoyada en el estante que la dejé, aguardando a que le toque su turno. Turno que le llegará una de estas tardes, entre semana claro, porque lo que sí que tengo más que asumido es que no volveré a cometer el error de ir a un centro comercial en fin de semana.


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