El 25 de Noviembre se conmemoraba
el Día Internacional Contra la Violencia de Género, un día que a mi parecer se
ha convertido en eso simplemente, un día conmemorativo. Resulta poco alentador
ver que se desarrollan actividades para todos (grandes y pequeños), en plazas y
grandes espacios de las ciudades y pueblos con el fin de concienciar, pero todo
se desvanece cuando vemos que los datos en este sentido son poco, por no decir,
nada alentadores.
Y es que, el número de menores
acusados por delitos y faltas relacionadas con la violencia
machista se ha incrementado un 23,7% desde 2007 hasta 2011,
según las cifras del Observatorio contra la Violencia Doméstica y de Género,
que reflejan que un total de 778 menores han pasado por los juzgados por esta
causa.
Yo me pregunto: ¿De qué sirve
alcanzar la paridad política si vemos que la violencia machista entre
adolescente de entre 14 y 17 años de edad se ha incrementado desde el 2007?
¿De qué sirve centrar los esfuerzos
en el empleo de un lenguaje no sexista cuando se está viendo que cada año se
producen más casos de violencia contra la mujer en nuestro país?
Y otra pregunta más: ¿De qué sirve
convocar los premios de igualdad en la empresa cuando estamos viendo que la
explotación sexual crece a pasos agigantados, al tiempo que España se encuentra
entre los principales países de destino del tráfico de mujeres dedicadas a la prostitución?
Evidentemente no estoy en contra de
todas y cada una de las acciones que se están llevando a cabo en la
erradicación de la violencia contra la mujer, pero lo que estos datos
demuestran es que tal vez no se estén dando los pasos adecuados para acabar con
esa lacra.
La reforma del código penal, el
incremento de medios a los agentes que protegen a las víctimas y una educación
sólida para el menor basada en el respecto, la tolerancia y la igualdad son
algunos de los aspectos en los que se debería de hacer una mayor presión en
materia de violencia de género.
Que todo suma está claro, pero no
todo vale. Está bien empapelar una ciudad con carteles diciendo NO a la
violencia contra la mujer, pero no todo vale, insisto.
En los actos conmemorativos del Día
contra la Violencia Machista, el arte se ha convertido en un medio para hacer
visible la realidad de los malos tratos y, al mismo tiempo, hacer que el
espectador reflexione sobre la violencia.
La pintura, la fotografía, el
teatro, el cine y en los últimos tiempos la performance se vienen empleando
como medios para llegar mejor a la gente. La acción artística, más conocida
como la performance, comenzó a principios del siglo pasado y siempre se empleó
para manifestar el protagonismo del sujeto como elemento constitutivo de la
obra artística y su relación con el espacio y el tiempo. La provocación ha sido
siempre su principal objetivo.
Es ese carácter provocativo lo que
ha hecho que, de un tiempo a esta parte, se haya convertido en un elemento muy
recurrido para diferentes reivindicaciones. Sin embargo, su uso no siempre es
el adecuado, creo.
El domingo pasado, la plaza del
Romea de Murcia estaba repleta de gente. La presencia de menores era abundante,
ya que además había una representación teatral infantil. Por la plaza se
paseaba una pareja de adolescentes góticos. El chico tiraba de una cadena a que
iba atada la chica, como si de un perro se tratara.
Evidentemente, yo pude intuir, por
el día y el contexto, que se trata de una performance. Pero no todo el mundo
entendió lo mismo, llegó a llamar a la policía. Si personas adultas no
entendieron que eso era una representación,
Un menor, de 4 o 5 años de edad, de verdad tiene capacidad para
discernir entre realidad y ficción.
Todo suma, sí, pero no todo vale.
Mi tribuna libre en el programa La Butaca de Radio Online Murcia (29 de Noviembre de 2012) @ROM_Murcia
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